“¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra”. Salmo 73:25.
Deseaba estudiar en la universidad adventista, pero las circunstancias no me lo permitieron. Ingresé a una universidad estatal y el primer año me resultó muy difícil a causa de mi fe. Al parecer, creer en Dios no era una buena carta de presentación en esa casa de estudios. El ambiente me fue extraño desde el principio. Cuando terminaba la clase, todos salían a fumar al patio, se conocían y conversaban. Yo no tenía una comunicación fácil ni compartía sus hábitos y conversaciones, por eso me alejaba del grupo y me dirigía al aula de la siguiente clase.
Después vinieron las fiestas, en las cuales yo tampoco participaba. Poco a poco dejaron de hablarme y nadie quería viajar conmigo en el auto cuando íbamos al campus anexo. Me sentí aislada, sola. Más difícil se tornó la situación cuando empezaron las clases y exámenes los sábados. Hablé con mis profesores, ateos en su mayoría, para encontrar una salida y estar libre las horas de sábado, pero solo se burlaron de mi fe en Dios y mis convicciones sin darme ninguna solución. Entregué todo a Dios, en especial la preocupación que tenía de atrasar la carrera, pues para mi padre resultaría muy difícil pagar los aranceles. Pasaron los meses y se acercaban los exámenes finales. Entonces, Dios hizo el milagro. Pude rendir los exámenes en otros días, y pronto algunos compañeros comenzaron a valorarme por ser diferente y creer en Dios. Me convertí en su consejera y terminaron buscándome para contarme sus problemas o desahogarse.
Apenas terminé la carrera, Dios me permitió encontrar trabajo en la misma universidad. A esa altura ya tenía el respeto y la admiración de mis profesores, y era muy solicitada por ellos para trabajar en ayudantías de sus clases y en proyectos de investigación.
Querida amiga, esta experiencia de mis años de universidad me hizo reflexionar en el Salmo 73:25: “¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra”. Somos peregrinas en este mundo. Estamos solo de paso. ¿Qué puede haber más importante que ser fiel a nuestro Dios, testificar acerca de su nombre y prepararnos para vivir con él por la eternidad?
Noemí Ríos, Chile
DEVOCIÓN MATUTINA PARA LA MUJER 2014
DE MUJER A MUJER
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