“Yo soy aquella mujer que estuvo aquí junto a ti orando a Jehová. Por este niño oraba y Jehová me dio lo que le pedí”. 1 Samuel 1:26, 27.
Poco antes de mi casamiento un médico me dijo que tendrían que operarmey posiblemente retirarme el útero. En ese momento mi mundo se desplomó. ¡Cuántos sueños e ilusiones morían en mí! Días después, la operación fue exitosa. Gracias a Dios, no fue necesario sacarme el útero. El día de mi boda fue uno de los más felices de mi vida. Pasó el tiempo y los médicos afirmaron que no sería posible un embarazo pues faltaban un ovario y una trompa, a lo que se sumaba un problema hormonal y otro sanguíneo.
Después de varios años de intentarlo, el test me dio positivo y la alegría inundó mi corazón, y el de toda mi familia. Sería el primer nieto, primer bisnieto, primer sobrino… Todo era felicidad. Compramos ropas y regalos para el bebé, pero todavía no era el tiempo del Señor y mi embarazo se truncó. Otra vez el dolor, el miedo y la tristeza. Clamé a Dios y le pregunté: ¿Ya no me amas? ¿Por qué me niegas la posibilidad de ser madre?
Recurrir a métodos clínicos especializados era imposible pues nuestros ingresos económicos no lo permitían. Adoptar un bebé era una alternativa hermosa, pero no habían pasado los años reglamentarios solicitados por el estado para po- der hacerlo. El tiempo en mi vida era implacable, mi edad era avanzada para procrear y mi reloj biológico corría aceleradamente. Tenía dos alternativas: darme por vencida o clamar a Dios con todas mis fuerzas como lo hizo Ana.
Elegí la segunda. Decidí clamar al Señor y confiar plenamente. Desestimé todos los pronósticos médicos y confié en el Dador de la vida y de toda bendición. Los médicos insistían: “No se puede”, pero yo clamé y Dios me regaló una hermosa hijita que se llama Jade. El Señor hizo mi historia aún más maravillosa. Cuando todos me decían: “Esto es un milagro, siéntete feliz de tener una niña”, apareció Thiago, rompiendo con todas las teorías del imposible.
Querida amiga, si estás clamando al Señor por algo especial en tu vida, espera y confía. Sus tiempos no son los nuestros, pero la mejor respuesta es segura. Él cambia un “no es posible” por un “quiero, es posible”.
Gisela de Souza de Fernández, Uruguay
DEVOCIÓN MATUTINA PARA LA MUJER 2014
DE MUJER A MUJER
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