“Me parece que quepo en esa caja”, pensó. Con cuidado, se metió en la caja y se sentó. Estaba contento de estar lejos del ruido, de la gente, del desorden. Allí, dentro de la caja, se sentía un poquito mejor, como si estuviera muy lejos. “Espero que nadie me encuentre aquí”, pensó. “Quiero estar solo”.
¿Has tenido alguna vez un día muy ocupado? Jesús los tuvo. Él estaba rodeado de gente, miles de personas, que habían venido a escucharlo.
Después de haberles enseñado todo el día, realizó el milagro de alimentarlos con tan solo cinco panes y dos peces. Ahora, necesitaba un poco de soledad. Dijo a sus discípulos que se encontraría con ellos más tarde; luego, despidió a la multitud.
La Biblia dice que “después de despedir a la gente, subió a la montaña para orar a solas. Al anochecer, estaba allí él solo”. Hasta Jesús necesitaba tiempo para apartarse del ruido, de las multitudes, del caos. Él sabía que era importante pasar tiempo a solas con Dios.
El ruido, la gente, el caos, ¿rodean tu vida? Recuerda: hasta Jesús anhelaba un poco de soledad. Así que, haz de esto una prioridad.
Apártate de las ocupaciones de la vida y encuentra un tiempo para estar a solas con Dios.
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