Así dice el Señor, Dios de Israel, acerca de ti, Baruc: “Tú dijiste: ‘¡Ay de mí! ¡El Señor añade angustia a mi dolor! Estoy agotado de tanto gemir, y no encuentro descanso’” (Jeremías 45:2-3).
La experiencia de Baruc puede ser la de cualquier joven que vive en este tiempo. Su nombre significa “bendito” y se menciona solo cuatro veces en la Biblia; una de ellas en Jeremías 51:59, donde dice que Seraías, el jefe de expedición de Sedequías, era hijo de Nerías y, por lo tanto, posible hermano de Baruc. Esto quiere decir que era miembro de una familia respetada de Judea. Además, Baruc era escriba; es decir, miembro de un selecto grupo de personas que certificaban las transacciones de compra y venta de tierras y escribía importantes textos administrativos y decretos, además de participar en el gobierno de En los tiempos de Baruc los escribas representaban una clase poderosa de líderes administrativos cuya competencia iba más allá del mero registro de hechos o de números y cifras.
Los escribas eran fundamentales para la transmisión de la literatura sapiencial. Aunque el Antiguo Testamento no contiene afirmaciones explícitas de la existencia de escuelas de escribas, es casi seguro que existían. Sí tenemos en cuenta estos hechos, es importante recordar que el trabajo de Baruc para Jeremías no fue superficial, sino que representó un compromiso con la inamovible “Palabra del Señor” por parte de Baruc, quien pudo haber hecho carrera en la corte (Jer. 51:50).
A causa de su servicio al Señor, Baruc perdió todas las oportunidades en el mundo, por lo cual emitió la queja que se menciona en el texto de hoy. Pero Dios le dirigió un mensaje personal, una de las mejores promesas que se encuentran en la Biblia: “A ti te daré la vida por botín” (Jer. 45:5, RVR 95). Baruc se enfrentaba a la caída de Jerusalén; tú te enfrentas a la caída del mundo. Es como si Dios te dijera: “No importa lo que ocurra en el mundo, ni las crisis que la humanidad afronte. Yo te voy a preservar la vida no solo en este tiempo, sino, especialmente, en la eternidad”. Es una gran promesa. Exactamente la promesa que Dios te hace a ti, a todos los jóvenes, y a todos los seres humanos que se enfrentan a la inevitable caída de la humanidad y el mundo en la crisis final.
Es hora de prepararte para una realidad plena de éxito fuera de este mundo.
Tomado de: Meditaciones Matinales para Jóvenes 2013
“¿Sabías qué…?”
Por: Félix H. Cortéz
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