“Pues a sus ángeles mandará cerca de ti, que te guarden en todos tus caminos”. Salmo 91:11.
Era nuestro primer año en el ministerio pastoral. Ese día, mi esposo tenía reunión de pastores en la Misión a las 8:00. Salimos de casa muy temprano para pasar por una congregación ubicada a dos horas de nuestra casa, donde dejaríamos algunas publicaciones para hermanos que se habían bautizado el sábado anterior.
El tiempo nos estaba ganando, pero logramos llegar a la congregación y cumplir nuestro objetivo. Eran las 7:30 y aún nos faltaban 45 minutos de viaje: imposible llegar a tiempo.
El camino era muy accidentado. Mi esposo conducía la motocicleta y, por supuesto, partimos a toda velocidad. De pronto, al entrar en una de las curvas peligrosas que tiene ese lugar, perdió el control, el vehículo patinó y volcamos fuera de la carretera.
El golpe fue fuerte. Mi esposo quedó atrapado entre el acantilado y la motocicleta. Primero la preocupación y luego el temor se apoderaron de mí. Yo logré salir primero, pues la parte trasera del vehículo quedó menos comprometida. Cuando me levanté, miré hacia abajo y lo único que pude ver era un ¡precipicio de 35 metros de profundidad! Miré nuevamente la moto para descubrir por qué no había caído al precipicio… cuando me di cuenta de que había quedado enganchada en la raíz de un gran árbol. De no haber estado allí esa raíz agresiva y sobresaliente, nosotros estaríamos en el fondo del precipicio.
Durante media hora intentamos sacar la motocicleta del lugar, pero nuestros esfuerzos fueron vanos. Pesaba demasiado. Era imposible moverla sin la ayuda de otra persona. Oré a Dios pidiéndole que enviara ayuda o nos diera las fuerzas necesarias para sacar la moto.
Cuando abrí mis ojos, escuché el sonido de una motocar que se acercaba. Le dije a mi esposo que se tranquilizara pues llegaba ayuda. No solo venía una persona en la motocar, ¡sino tres jóvenes! que nos ayudaron gustosos a sacar la motocicleta. Así seguimos camino.
No sé si esos jóvenes eran ángeles, pero estoy segura de que fueron enviados por Dios.
Dios cuida de sus hijos por medio de sus ángeles. El cristiano que deposita su confianza en el Señor nunca debería dudar de la protección divina.
Iveth López de Livaque, Perú
DEVOCIÓN MATUTINA PARA LA MUJER 2014
DE MUJER A MUJER
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