“Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles”. Romanos 8:26.
Como directora del pujante coro en nuestra iglesia me había propuesto trabajar por la vida espiritual de cada uno de los miembros del coro. Estaba convencida de que el ministerio de la música debía acercarnos más al Señor y enriquecer nuestra relación con él. Los integrantes del coro eran jóvenes en su mayoría. Entre ellos había un “bajo” espectacular. Hacía poco que se había bautizado y como le costaba ajustar el oído a la música sacra, me invitó a cantar con él para lograr esa adaptación. Así comenzó una hermosa amistad con mi familia. En especial con mi pequeño Josué, de tres años. “Cuando yo tenga mi propia familia quiero tener un hijo como Josué”, me decía, y pasaba largo tiempo con él.
Con mi esposo nos dimos cuenta de que nuestro amigo necesitaba una familia propia, así que le propuse orar por una esposa. Me respondió que “era muy pecador aún como para que el Señor pudiera contemplar sus gustos todavía corrompidos”. Le dije que el Señor no hacía acepción de personas, y bien sabía lo que él necesitaba. Le sugerí que desafiáramos al Señor juntos, y comprometí a mi familia a tenerlo en cuenta en nuestras oraciones. Hasta el pequeño Josué oraba por la esposa de nuestro amigo.
Comenzamos a orar en agosto. Cada vez que venía a casa a almorzar después del culto, aprovechábamos para hablarle de cómo el Señor suplía todas las necesidades, aun las que parecían exquisitas. Eso sí, le dijimos que no pedíamos para él una “simple novia” sino una esposa. Las cosas con el Señor son serias. Un sábado de diciembre quedé gratamente sorprendida al verlo llegar a casa del brazo de una chica muy delicada, hermosa y fiel. Hoy son un matrimonio cristiano. La experiencia nos sirvió para repetirla con varios jóvenes que creían que el Señor no se ocupaba de “esas cosas”.
Amiga, ayudar a los más jóvenes a tener una relación íntima con el Señor es una de las tareas más gratificantes. Si tienes la oportunidad, ayúdalos a sentir que el Señor se interesa por ellos cualquiera sea su caso.
Rosario Perdomo de Larrosa, Uruguay.
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