“No nos cansemos pues, de hacer el bien; porque a su tiempo segaremos, sino desmayamos” (Gál. 6:9).
“Soy realista -decimos a veces-. La situación es desesperada” Así cejamos de nuestros esfuerzos y nos volvemos a otra cosa. O, luego de haber realizado esfuerzos razonables para llevar adelante algún proyecto, nos cansamos y desistimos. Quizá, si hubiésemos persistido un poquito más, hubiéramos logrado nuestro objetivo.
Hace algún tiempo, los periódicos publicaron el caso de un niño de dos años y medio, llamado Kemal Yon, hijo de un médico. El pequeño estaba siento tratado en un hospital de una bronquitis aguda. Al tercer día se le obstruyó completamente el pecho. El corazón se detuvo. No había pulso.
De pronto, luego de unos cinco o siete minutos de detención, la circulación comenzó otra vez, muy despacio. Pero el pequeño Kemal no podía oír, ni ver, ni tragar. Hubo convulsiones, espasmos y otras señales de que el cerebro estaba inactivo. Esa condición duró 17 días. Pero nadie desistió. La madre y las enfermeras atendieron las necesidades del niño.
Un día, el tobillo izquierdo se movió un poquito. Gradualmente se fue recuperando el movimiento. Lo mismo sucedió con la pierna derecha. Luego el niño comenzó a volver la cabeza hacia donde oía los sonidos. Reconoció a su madre. Sonrió. Gritó.
Después de 36 días de permanecer en el hospital, Kemal fue dado de alta. En su casa le enseñaron a sostener cosas en las manos, a sentarse, a dar pasos, a caminar. Cuando cumplió cinco años era un niño completamente normal. Ante el desconcierto por la recuperación de las células cerebrales aparentemente destruidas, el médico comentaba: “Hemos aprendido una lección nueva: nunca debemos desistir”.
Si todos aprendiésemos esa lección, veríamos mayores resultados en el desarrollo del carácter personal, en los progresos estudiantiles, en la ganancia de almas, en las empresas comerciales, en la victoria sobre el pecado. “Segaremos, si no hubiéremos desmayado”
Sabiduría para Hoy (13-06-1999)
Por: Sergio V. Collins
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