Las manos que derraman sangre inocente.
(Proverbios 6:17).
Me sentí fuertemente impresionada cuando observé a una madre en el supermercado estrujar a su pequeño hijo. Uso la palabra “estrujar” porque la mamá hizo con su hijo algo parecido a lo que hacemos cuando estrujamos una prenda de ropa mojada. Lo retorció e imprimió toda su fuerza sobre el cuerpo del niño, hasta que las lágrimas asomaron en los ojos avergonzados del pequeño.
Posiblemente eso ni siquiera se acerque a lo que el versículo refiere como “manos que derraman sangre inocente”. Sin embargo, me puse a pensar que ese acto abusivo quizás pudiera causar, además de dolor físico, un daño interno de consecuencias fatales.
Las manos de una madre deben estar programadas para acariciar y dar toques curativos y restauradores. Un estudio científico reciente demostró que las caricias de la madre pueden calmar el dolor de los niños, y que también son eficaces para la prevención de algunas enfermedades como la depresión infantil y ciertos tipos de dolores, como los cólicos, que son tan frecuentes en los bebés. Si un niño recibe caricias positivas tendrá una disposición natural a presentar conductas positivas, como son la obediencia, el respeto y el orden.
Por el contrario, un niño que no recibe caricias y toques positivos, sufrirá una desnutrición emocional que puede llevarlo a desarrollar conductas patológicas.
Cuando una persona, por falta de afecto en las primeras etapas de su vida, cae víctima de la adicción a las drogas o al alcoholismo, entra en una pandilla o muere de manera prematura, se derrama sangre inocente. No importa que tú no hayas puesto literalmente las nefastas armas en sus manos, igualmente serás responsable de que pierda la vida. Y esa muerte no necesariamente tiene que ser física; una mente, un alma o un espíritu muerto, de igual modo hacen que la vida se agote.
Amiga, pongamos nuestras manos al servicio del amor. Hagamos de ellas un instrumento que provea salud, bienestar y seguridad a los que tenemos el deber de amar, aunque las condiciones no sean las óptimas.
Oremos para que, en este día, nuestras manos derramen bienestar y salud, pero nunca sangre inocente..
Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado
Me sentí fuertemente impresionada cuando observé a una madre en el supermercado estrujar a su pequeño hijo. Uso la palabra “estrujar” porque la mamá hizo con su hijo algo parecido a lo que hacemos cuando estrujamos una prenda de ropa mojada. Lo retorció e imprimió toda su fuerza sobre el cuerpo del niño, hasta que las lágrimas asomaron en los ojos avergonzados del pequeño.
Posiblemente eso ni siquiera se acerque a lo que el versículo refiere como “manos que derraman sangre inocente”. Sin embargo, me puse a pensar que ese acto abusivo quizás pudiera causar, además de dolor físico, un daño interno de consecuencias fatales.
Las manos de una madre deben estar programadas para acariciar y dar toques curativos y restauradores. Un estudio científico reciente demostró que las caricias de la madre pueden calmar el dolor de los niños, y que también son eficaces para la prevención de algunas enfermedades como la depresión infantil y ciertos tipos de dolores, como los cólicos, que son tan frecuentes en los bebés. Si un niño recibe caricias positivas tendrá una disposición natural a presentar conductas positivas, como son la obediencia, el respeto y el orden.
Por el contrario, un niño que no recibe caricias y toques positivos, sufrirá una desnutrición emocional que puede llevarlo a desarrollar conductas patológicas.
Cuando una persona, por falta de afecto en las primeras etapas de su vida, cae víctima de la adicción a las drogas o al alcoholismo, entra en una pandilla o muere de manera prematura, se derrama sangre inocente. No importa que tú no hayas puesto literalmente las nefastas armas en sus manos, igualmente serás responsable de que pierda la vida. Y esa muerte no necesariamente tiene que ser física; una mente, un alma o un espíritu muerto, de igual modo hacen que la vida se agote.
Amiga, pongamos nuestras manos al servicio del amor. Hagamos de ellas un instrumento que provea salud, bienestar y seguridad a los que tenemos el deber de amar, aunque las condiciones no sean las óptimas.
Oremos para que, en este día, nuestras manos derramen bienestar y salud, pero nunca sangre inocente..
Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado
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