"Deléitate en el Señor, y el te concederá los deseos de tu Corazón". Salmo 37:4

viernes, 9 de agosto de 2013

Ama a Tus Enemigos

Ustedes, por el contrario, amen a sus enemigos, háganles bien y denles prestado sin esperar nada a cambio. Así tendrán una gran recompensa y serán hijos del Altísimo, porque él es bondadoso con los ingratos y malvados (Lucas 6: 36).

Esta orden de nuestro versículo para hoy es una de las más difíciles de cumplir porque se opone totalmente a la naturaleza humana. Pero Peter Miller, un bautista del séptimo día que vivía en Efrata, un pueblo de Pensilvania, en los Estados Unidos, la cumplió. Cerca de su casa había un hotel, propiedad de un hombre llamado Michael Whitman.

Whitman era enemigo de la revolución y miembro de la Junta Directiva de la Iglesia Reformada local. Michael Whitman odiaba a Peter Miller. Un día se encontró con él y le escupió en la cara. Miller no le hizo caso y Whitman siguió hostigándolo y humillándolo. Una noche dos hombres llegaron al hotel de Whitman para hospedarse. El parlanchín Whitman no sabía que eran agentes encubiertos, así que lo apresaron.
Pocos días después, Miller supo que Whitman había sido sentenciado a morir en la horca. ¿Qué habrías hecho tú en lugar de Peter Miller? Se dirigió a pie, por caminos nevados, a entrevistarse con el general George Washington. Intercedió por la vida de Whitman, pero fue en vano. El general Washington le dijo:
—No, Peter, no puedo perdonar a su amigo. Deseo dar un escarmiento con él.
—Él no es mi amigo —dijo Miller—. Michael Whitmart es mi peor enemigo. Me provoca continuamente, pero mi Señor me ha ordenado que bendiga a quienes me maldicen y me persiguen.
Washington quedó impresionado.
—¿Dice usted que caminó más de cien kilómetros en medio de este horrible invierno para rogar por la vida de su peor enemigo?

Washington firmó la nota de indulto y la entregó a Miller, que de inmediato se puso en camino a Westchester, lugar donde se llevaría a cabo la ejecución. Miller llegó en el momento justo en que Whitman era conducido al cadalso. Al verlo, Whitman gritó burlonamente.
—Miren, ahí viene ese vejete de Miller, ha caminado cien kilómetros a través de la nieve desde Efrata para darse el gusto de verme colgado en la horca. Apenas terminó de pronunciar aquellas palabras, Miller gritó a los verdugos:
—¡Alto, traigo una orden de indulto!

Whitman se salvó de la horca, y cuentan que Miller lo llevó de vuelta a Efrata, ya no como enemigo, sino como amigo. Eso hacen los cristianos. ¿Puedes hacerlo tú?.
Tomado de: Meditaciones Matinales para Jóvenes 2013
“¿Sabías qué…?”
Por: Félix H. Cortéz

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