Por cuanto has hecho esto, de ninguna manera permitiré que tus parientes me sirvan, aún cuando yo había prometido que toda tu familia, tanto tus antepasados como tus descendientes, me servirían siempre. Yo, el Señor, Dios de Israel, lo afirmo. Yo honro a los que me honran, y humillo a los que me desprecian
(1 Samuel 2: 30).
¿Leíste bien el texto de hoy? Dios tuvo que desdecirse de su promesa debido a la infidelidad de Elí y sus malvados hijos. Las más solemnes promesas y amenazas de Dios pueden ser condicionales. Con él no hay problemas. Todas sus promesas son más firmes que el cielo y la tierra. El problema somos nosotros. Incluso una promesa irrevocable es condicional. El apóstol Pablo dijo: «Las dádivas de Dios son irrevocables, como lo es también su llamamiento» (Rom. 11: 29). Sin embargo, aunque por su parte sean irrevocables, quedan condicionadas por la nuestra. El Señor hizo a David un firme juramento: «A uno de tus propios descendientes lo pondré en tu trono. Si tus hijos cumplen con mi pacto y con los estatutos que les enseñaré, también sus descendientes te sucederán en el trono para siempre» (Sal. 132: 11, 12).
Dios hizo una promesa irrevocable sobre la presencia de los descendientes de David en el trono, pero únicamente si sus hijos eran fieles al pacto. Una continua desobediencia nos apartará del ámbito de las bendiciones prometidas y borrará nuestro nombre del libro de la vida del Cordero (lee Apoc. 3: 5).
La gracia de Dios es gratuita y abundante. Debemos permitir que fluya constantemente sobre nuestra vida. El pasado no es más que un prólogo. El libro de nuestra experiencia de fe debe escribirse diariamente por una vida de obediencia al Señor. Cada día escribimos nuestro diario de victoria sobre el pecado a través de la fe en Jesús. Cada día escribimos nuestro diario de obediencia por fe. Si te apartaste del sendero de la fe y la obediencia, el destino no está escrito; puedes volver a Cristo porque su gracia es abundante.
¿Cómo están tus relaciones hoy con el Dios compasivo y misericordioso? Olvídate de tu pasado, haya sido bueno o malo. Lo que importa es lo que tienes delante. Ratifica hoy tu pacto con Dios. Las puertas de la gracia siempre están abiertas para que por ella entren todos los que desean perdón y regeneración.
El mal está en el perverso corazón humano que se niega a entregarse a Cristo. Pero él dice: «Al que a mí viene, no lo rechazo» (Juan 6: 37). Búscalo hoy, mañana puede ser demasiado tarde.
Tomado de: Meditaciones Matinales para Jóvenes 2013
“¿Sabías qué…?”
Por: Félix H. Cortéz
“¿Sabías qué…?”
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