A menudo escuchamos que se describe la vida del cristiano como llena de pruebas, tristeza y pena, sin mucho motivo de alegría o alivio; y desanimo a menudo se da la impresión de que si rindieran su fe y sus esfuerzos por obtener la vida eterna, la escena cambiaría a una de placer y felicidad.
Pero al hacer una comparación de la vida del pecador con la vida del cristiano fiel. Vemos que los pecadores no tienen el deseo de agradar a Dios ni le aman, por lo tanto, no tienen el agradable sentido de su aprobación. No disfrutan de su condición de pecado y placer mundanal sin problemas. Sienten profundamente los males de esta vida mortal. Por supuesto, a veces están temerosamente preocupados. Temen a Dios, pero no lo aman.
¿Están los pecadores libres del desánimo, la perplejidad, las pérdidas terrenales, la pobreza, los desastres naturales, las enfermedades, el dolor y la muerte? ¡Oh, no! En este sentido, no están más seguros que los justos.
A menudo sufren enfermedades persistentes, pero no tienen un brazo fuerte y poderoso sobre el cual apoyarse, ni la gracia fortalecedora de un poder superior que los sostenga.
En su debilidad deben apoyarse en su propia fuerza.
No pueden augurar con placer alguno la mañana de la resurrección, porque no tienen la esperanza gozosa que tendrá parte con los bendecidos.
No obtienen consolación al mirar hacia el futuro. Una incertidumbre temerosa los atormenta, y así cierran los ojos en la muerte.
Este es el final de la vida de vanos placeres de los pobres pecadores.
Los cristianos están sujetos a la enfermedad, el desánimo, la pobreza, el reproche, el dolor y la muerte. Pero, en medio de todo esto aman a Dios y aman hacer su voluntad, y no valoran otra cosa por encima de su aprobación.
En los conflictos, las pruebas y las cambiantes escenas de esta vida, saben que hay Uno que todo lo entiende; Uno que inclina su oído para escuchar el clamor de los que penan y sufren; Uno que puede simpatizar con toda pena y aliviar la angustia más aguda de cada corazón. Ha invitado a los afligidos a ir a él y así encontrar reposo.
En medio de todas sus aflicciones, los cristianos tienen un fuerte consuelo, y si sufren una enfermedad dolorosa persistente antes de cerrar los ojos en la muerte, pueden con alegría soportarlo todo, porque mantienen, su esperanza y su confianza en su Redentor.
Bendiciones
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