"Deléitate en el Señor, y el te concederá los deseos de tu Corazón". Salmo 37:4

martes, 28 de enero de 2014

Simeón

Lea volvió a quedar embarazada y dio a luz otro hijo, al que llamó Simeón, porque dijo: “Llegó a oídos del Señor que no soy amada, y por eso me dio también este hijo”. Génesis 29:33.

Es el segundo hijo de Lea. Es el hermano de Rubén, primogénito de Jacob. Leví es su compañero inseparable; lo mismo que Dina, la hija deshonrada de Jacob.

En el momento final de la vida del patriarca, en el momento de dar la primogenitura, Jacob le niega el privilegio a este hijo, en el mismo discurso en el que se lo niega a Leví por su violencia. Cumpliéndose la profecía del padre y como consecuencia de esta no-bendición, ni Leví ni Simeón tuvieron un territorio definido entre sus hermanos en el pueblo de Israel.

La violencia de estos dos hijos de Jacob (aunque algunos comentadores señalan que en el ataque a Siquem participaron todos los hermanos) está condimentada con fiereza, mentira, engaño y una crueldad extrema. Increíble.

Dina es violada por un príncipe de una tribu vecina. Más allá del posterior pedido de casamiento, más allá de las negociaciones y las mutuas promesas de apoyo y los favores, más allá de que es Hamor, el padre de Siquem, quien busca a Jacob para intentar arreglar la situación, lo único que queda en la mente de Simeón es el hecho de que aquel hombre deshonró a su hermana.

Siquem cumple su parte en el trato. A los tres días, los hijos de Jacob atacan a una ciudad desprevenida, matan a todos y roban todo lo que consiguen.

No voy a defender a Siquem: se comportó terriblemente mal (recuerda, soy padre de dos hijas…), pero por lo que la Biblia nos dice, desde su perspectiva de vida se arrepintió y buscó arreglar la situación.

Sin necesidad de demostrar tanta violencia, muchas veces nos comportamos como Simeón. Más allá de todo lo que pueda suceder después de una ofensa, más allá de las promesas y los perdones que demos, lo único en lo que conseguimos pensar es en nuestra venganza. Nuestro perdón es pequeño, mezquino y mentiroso. Nuestra promesa de reatar vínculos queda en el vacío, porque nuestro corazón ya está lleno de odio, de rencor, de enemistad; por más que nuestras palabras digan lo contrario.

¿Necesitas perdonar de verdad? Hoy es el día.

DEVOCIÓN MATUTINA JÓVENES 2014

365 vidas

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