"Deléitate en el Señor, y el te concederá los deseos de tu Corazón". Salmo 37:4

domingo, 17 de noviembre de 2013

La ciudadela del alma

La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. Romanos 8:6

 Hay dos fuerzas opuestas que luchan en nuestro interior: la actitud pecaminosa, y la que proviene del Espíritu de Dios. Podemos vivir para el bien, o vivir para el mal; la elección es nuestra. La Biblia declara: “La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios”

 (Rom. 8:7-8).

La lucha suele estar en nuestra mente y afecta a todos nuestros actos, ya que da origen tanto a los deseos santos como a los pecaminosos. Dios nos advierte acerca de los peligros que corremos si permitimos que los pensamientos malsanos controlen nuestra vida: “Como estimaron que no valía la pena tomar en cuenta el conocimiento de Dios, él a su vez los entregó a la depravación mental, para que hicieran lo que no debían hacer” (Rom. 1:28). Lo que vemos y escuchamos, lo que tocamos y olemos, provoca en nosotras sensaciones que darán paso a diversas actitudes.

Elena de White hablaba de “la ciudadela del alma”, afirmando que, como centinelas de la misma, jamás debemos bajar la guardia, ni siquiera un segundo.

Para librarnos de una mentalidad errada, debemos apropiarnos del pacto que Dios hizo con su pueblo: “Pondré mis leyes en su corazón, y las escribiré en su mente” (Heb. 10:16). Nos corresponde poner a un lado y alejar de nuestra vida todo aquello que contamine nuestra mente, y permitir que Dios tome posesión de ella. Estos consejos prácticos pueden ayudarnos en este propósito:

• Cada mañana al despertar, ora y da gracias a Dios por el nuevo día.

• Saluda a todas las personas que te encuentres.

• Realiza una acción generosa a favor de otro.

• No critiques las acciones de los demás.

Por último: “Consideren bien todo lo verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo digno de admiración, en fin, todo lo que sea excelente o merezca elogio” (Fil. 4:8). En esas cosas, es en lo que realmente merece la pena pensar. Entonces, nuestra conducta irá acorde con ellas.

Recuerda: cuida la ciudadela del alma, que es la mente.

LECTURAS DEVOCIONALES PARA LA MUJER

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