Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros. (Juan 17:11).
El Espíritu Santo desea actuar con el instrumento humano que es consagrado; este es el propósito de Dios. Nadie podrá cerrar la puerta que él abrió entre el cielo y la tierra… Cuando el pueblo de Dios establezca una correcta relación con él, y del uno con el otro, el Espíritu Santo será impartido en plenitud, para la complementación armoniosa de todos los integrantes del cuerpo.
Nada debilita tan manifiestamente a una iglesia como la desunión y la contienda.
Nada batalla más contra Cristo y la verdad que ese espíritu…
Solo podemos estar unidos unos con otros si estamos unidos con Cristo…
Muchos que ponderan los temas doctrinales pero no han aprendido de Cristo, se han encontrado incapaces de controlarse a sí mismos. Necesitan del poder del Espíritu Santo. Debemos buscar entender lo que significa estar en una unión total con Jesús, quien es la propiciación por nuestros pecados y por los pecados del mundo entero. Nuestra vida debiera estar ligada a la suya…
Cuando el pueblo escogido de Dios sea de un solo pensamiento, las barreras del egoísmo desaparecerán como por arte de magia, y muchas, muchas más almas serán convertidas gracias a la unidad que existe entre los creyentes. Hay un cuerpo y un espíritu. Los que han estado edificando líneas territoriales de distinción, barreras de color y de clase, sería mejor que las derrumbaran mucho más rápido de lo que las erigieron.
Aquellos en cuyo corazón Cristo mora, reconocen al Cristo que mora en el corazón de otros. Cristo nunca guerrea contra Cristo; Cristo nunca ejerce influencia contra Cristo. Los cristianos han de cumplir su trabajo, sea lo que fuere, en la unidad del Espíritu, para el perfeccionamiento de todo el cuerpo. La iglesia ha de ser purificada, refinada, ennoblecida. Los miembros han de expulsar del corazón los ídolos que han impedido su avance espiritual. Los más discordantes pueden ser integrados en armonía por la influencia del Espíritu. El desinterés propio ha de unir al pueblo de Dios con lazos firmes y tiernos. Hay un poder vasto en la iglesia cuando la energía de los miembros está bajo el control del Espíritu, y reúne lo bueno de toda fuente, educando, capacitando y disciplinando el yo. Así se presenta a Dios una organización poderosa, por medio de la cual él puede obrar a favor de la conversión de los pecadores. Así se conectan el cielo y la tierra, y todas las agencias divinas cooperan con los instrumentos humanos -Signs of the Times, 7 de febrero de 1900; parcialmente en Recibiréis poder, p. 87.
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