"Deléitate en el Señor, y el te concederá los deseos de tu Corazón". Salmo 37:4

miércoles, 27 de noviembre de 2013

No Permitas que la frustración te Domine.

Tengan paciencia hasta la venida del Señor. Miren cómo espera el agricultor a que la tierra dé su precioso fruto y con qué paciencia aguarda las temporadas de lluvia, sí también ustedes, manténganse firmes y aguarden con paciencia la venida del Señor, que ya se acerca. Santiago 5:7-8

 El trabajo del hogar nunca concluye. Los platos sucios y las camas representan una tarea inextinguible. Nunca se acaba la ropa sucia que necesita lavarse.

Revisar las tareas de los hijos es cosa de todos los días, y parece que nunca terminaremos de ordenar nuestras casas. A veces nos asalta la idea de que nada hemos logrado, y esa podría ser la misma idea de quienes nos observan.

La secretaria cumple sus objetivos cuando entrega a su jefe la tarea que le fue encomendada y gracias a eso experimenta un cierto grado de satisfacción. El mecánico se limpia las manos con placer cuando entrega el automóvil reparado. El contador se siente satisfecho cuando termina un estado financiero para su empresa.

Pero el ama de casa tiene que repetir la misma tarea día tras día. Son muchas las que, en vez de estar satisfechas y alegres, se sienten frustradas.

Es muy probable que muchas mujeres deseen abandonar el trabajo de casa para encontrar realización fuera de ella. Elena de White se refirió a eso cuando dijo: “Rara vez aprecia la madre su propia obra y a menudo atribuye un valor tan bajo a su labor que la considera como pesada rutina doméstica. Hace lo mismo día tras día, semana tras semana, sin ver resultados notables. Al fin del día no puede contar las muchas cositas que ha hecho. En comparación con lo que ha logrado su esposo, le parece que no ha hecho cosa alguna digna de mención” (El hogar cristiano, cap. 38, p. 207).

Sin embargo, Dios califica a las madres y esposas abnegadas como “mujeres virtuosas” (Prov. 31:10). Al final del tiempo, antes de que Cristo venga, se hará evidente el aprecio que siente Dios hacia las mujeres cristianas que le sirven mientras cuidan de sus hogares. Para el Señor tenemos tanto valor como si fuéramos piedras preciosas.

Al iniciar las actividades del día de hoy, recuerda que todo lo que haces lo observa nuestro Padre Celestial y queda registrado en los libros del cielo. Busca constantemente recibir la aprobación del Señor al cumplir en forma diligente tus deberes en casa. No pierdas de vista que cada cosa que haces por tu familia ¡redundará en su bienestar!

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