"Deléitate en el Señor, y el te concederá los deseos de tu Corazón". Salmo 37:4

jueves, 20 de febrero de 2014

Desayuno con amor


 

“Y este es su mandamiento: Que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos unos a otros como nos lo ha mandado”. 1 Juan 3:23.

Natalia rindió Sociología y terminó su carrera superior. El último proyecto que le pidió su profesora se llamó “Sonríe”.

Consistía en sonreírle a tres personas y documentar sus reacciones. Natalia pensó que eso era algo fácil de hacer.

Una fría mañana fue con su esposo y su hijo menor a un restaurante. Estaban en la fila esperando ser atendidos cuando de pronto, todos empezaron a hacerse a un lado. Natalia se dio vuelta y allí, parados detrás, estaban dos pordioseros. Al mirar al más bajo, él le sonrió mientras sus ojos azules buscaban aceptación. “Buen día” -dijo, mientras contaba unas monedas en su mano.

El segundo hombre parecía débil mental: solo se dejaba guiar por su amigo. La cajera les preguntó qué deseaban y el primero respondió: “Solamente café, señorita”. Era todo lo que podían permitirse; solo querían un poco de calor. Natalia sintió deseos de abrazarlo pero percibió que todos los ojos en el restaurante estaban sobre ella, por lo que le sonrió y le pidió a la cajera dos desayunos más en una bandeja aparte.

Se dirigió a la mesa que ellos habían elegido para sentarse y puso su mano sobre la mano helada del hombre de los ojos azules. Él la miró y, con lágrimas en los ojos, le dijo: “Gracias”. Natalia le respondió: “No fui yo quien hizo esto por ustedes. Dios está actuando a través de mí para darles esperanza”. Y fue a sentarse junto a su familia. En ese momento supo que, solamente por la gracia de Dios que nos es dada, nosotros podemos dar.

Esa mañana, sintió el dulce amor de Dios.

Volvió a la universidad con esta historia. La profesora leyó el trabajo y quiso compartirlo con los demás alumnos. Mientras toda la clase escuchaba, comprendió que solo da amor el que se siente amado, es decir, que el amor de Dios sana tanto al que lo comparte como al que lo recibe.

A su manera, Natalia había emocionado a todos, y se graduó habiendo aprendido una de las lecciones más grandes de su carrera: la aceptación incondicional.

Ojalá podamos ser ese tipo de persona que deja huellas en el corazón de los demás porque comparte el amor que ha recibido de Dios.

Selky Gagliano, Argentina

DEVOCIÓN MATUTINA PARA LA MUJER 2014

DE MUJER A MUJER




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