"Deléitate en el Señor, y el te concederá los deseos de tu Corazón". Salmo 37:4

lunes, 3 de febrero de 2014

Si crees, lo recibirás

“Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá”. 

Marcos 11:24.

¿Alguna vez te preguntaste por qué Dios no contesta tus oraciones? Esto puede ser solo una impresión porque, en realidad, él siempre contesta.

Tal vez no de la manera como quieres o en el tiempo que esperas.

La respuesta a nuestras oraciones puede ser un “sí” inmediato, especialmente cuando nuestra vida está en peligro y clamamos por auxilio. Otras veces puede ser un “espera”, o puede ser un “no” rotundo. Debemos aceptar su respuesta porque él conoce todo de nosotras, y sabe lo que es mejor para cada una.

Seguros de las muchas promesas divinas cumplidas en nuestro ministerio, mi esposo y yo decidimos ayunar y pedir al Señor que nuestro próximo distrito misionero fuera donde estaba la universidad en la que estudiaba nuestro hijo, o por lo menos cerca. El traslado llegó y fuimos destinados a un distrito muy alejado de la universidad. No entendí la voluntad divina y me quejé ante el Señor.

Contrariada, un día caminaba sumida en mis pensamientos negativos, y no me di cuenta de que el tránsito de esa calle tenía dos vías, y un auto venía en sentido contrario. De repente, sentí un golpe tremendo en mi espalda. No recuerdo lo que pasó después. El auto me empujó lejos y de pronto, me vi rodeada de personas desconocidas y dos policías. Mi bolso, mis zapatillas y otras pertenencias estaban esparcidos por la calle. No pude entender qué me había sucedido. Las personas juntaron amablemente mis cosas y me pusieron las zapatillas, pero cuando intenté ponerme en pie, no pude hacerlo, ni siquiera con ayuda.

Algunos pensaron que mi columna estaba rota, y en verdad casi no sentía mis piernas. En ese momento clamé a Dios, desde lo más profundo de mi ser: “¡Oh, Dios, ayúdame! ¡Perdóname las quejas y la amargura!

Por favor, dame la oportunidad de seguir trabajando para ti; iré obediente adonde tú me mandes”.

Entonces, aconteció el milagro: me puse en pie y caminé. Agradezco a mi Padre celestial por esas lecciones de obediencia y muestras de amor.

Ahora sé que algunas veces él me contesta con un no rotundo, y por su gracia lo acepto porque estoy segura de que será lo mejor para mí.

Elizabeth Acuña de Cornejo, Perú

DEVOCIÓN MATUTINA PARA LA MUJER 2014

DE MUJER A MUJER

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