Así que mi Dios les proveerá de todo lo que necesiten, conforme a las gloriosas riquezas que tiene en Cristo Jesús. Filipenses 4:19
Son muchas las personas que creen tener necesidades que en realidad no son tales, pero se llenan de impotencia cuando consideran que no podrán satisfacerlas.
La vida moderna y consumista nos impone necesidades creadas a diario, y la mayoría mordemos el anzuelo. Si nuestras abuelas hubieran tenido la variedad de enseres domésticos con los que hoy contamos para realizar los quehaceres en casa, pensarían que las mujeres de la actualidad somos una generación de desocupadas.
Con el fin de no sentirnos embargadas por un espíritu de frustración, será conveniente reconocer que realmente no necesitamos todo lo que deseamos. Por otro lado, resulta tranquilizador considerar que el Señor ha prometido que satisfará todas las necesidades verdaderas que tengamos. Así como dijo el salmista: “Teman al Señor, ustedes sus santos, pues nada les falta a los que le temen. Los leoncillos se debilitan y tienen hambre, pero a los que buscan al Señor nada les falta” (Sal. 34:9-10), así actuará Dios con nosotros.
Esta es una declaración absoluta: “Nada les falta”. El Señor sabe que tenemos necesidades materiales, emocionales, físicas y espirituales, y se compadece de nosotras, así como la madre se compadece del hijo al que ama. A veces vivimos una vida menesterosa y miserable porque no somos capaces de ver cómo nuestro maravilloso Dios satisface cada una de nuestras necesidades, ¡más nunca nuestros deseos egoístas!
Otra de las razones por las que no percibimos la provisión de Dios a nuestro favor, es que estamos pendientes de lo que otros disfrutan, una actitud que no nos permite disfrutar de lo que tenemos. Ojalá podamos decir como el apóstol Pablo:
“He aprendido a vivir en todas y cada una de las circunstancias, tanto a quedar saciado como a pasar hambre, a tener de sobra como a sufrir escasez. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Fil. 4:12-13). El Señor nos lleva a descansar en verdes pastos y junto a aguas tranquilas. Nos da fuerzas para trabajar. Conduce nuestros pies por sendas rectas. Cuando estamos en las sombras, nos lleva de la mano y al final nos hará participar de un gran banquete.
Amiga, agradece la bondad de Dios. Un corazón agradecido se sentirá siempre satisfecho y no creerá carecer de la más mínima cosa.
LECTURAS DEVOCIONALES PARA LA MUJER
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