«Dios, tú conoces mi insensatez, y mis pecados no te son ocultos» (Salmo 69:5).
«Quizá las malas hierbas no llaman la atención porque no tienen nada de espectacular», dice el experto Ricardo Labrada Romero. «Las sequías, los insectos y las enfermedades como la gripe aviar captan la atención porque sus efectos son aparatosos. Las malas hierbas son algo distinto. Causan estragos sin hacer ruido, mes tras mes y año tras año». Pero las cifras muestran claramente que las malas hierbas han de ser consideradas como el enemigo natural número uno de los agricultores. «Si tenemos en cuenta que los agricultores dedican más de la mitad del tiempo que pasan en el campo a combatir las malas hierbas, las pérdidas económicas que estas ocasionan son cuantiosas», añade Labrada Romero. Si se quiere incrementar la productividad de las explotaciones agrícolas, uno de los primeros pasos a dar es mejorar la técnica para combatir las malas hierbas.
En ningún lugar es tan importante como en África, continente en el que las malas hierbas son una de las principales causas del bajo rendimiento y la escasa productividad de la tierra. Puesto que no disponen de tecnología y solo tienen acceso a la fuerza de la mano de obra, los agricultores africanos se ven obligados a desbrozar a diario, lo que significa que una familia media no puede cultivar más de una hectárea o una hectárea y media.
Así como las malezas son el enemigo natural número uno de los agricultores, los miembros de iglesia inconversos hacen que Dios sea deshonrado, que la obra de salvación sea mal presentada y que las almas estén en peligro. Al principio, como las malas hierbas, no parecen perjudiciales. De hecho, es difícil diferenciar entre el trigo y la cizaña. Uno y otra brotan del suelo como pequeñas briznas verdes que buscan el sol. Ambos desarrollan tallos y sistemas de raíces. Ambos parecen sanos y robustos.
«Así como la cizaña tiene sus raíces estrechamente entrelazadas con las del buen grano, los falsos cristianos en la iglesia pueden estar estrechamente unidos con los verdaderos discípulos. El verdadero carácter de estos fingidos creyentes no es plenamente manifiesto» (Palabras de vida del gran Maestro, p. 51).
Ignoro si esta práctica persiste en la actualidad. En cierta ciudad, una vez al año, los lugareños celebraban una fiesta en la que, con el rostro oculto tras una máscara, iban por toda la población cometiendo actos que, de otra manera, no tendrían valor para cometer y entrando en lugares a los que, en condiciones normales, no se atreverían a entrar. Al ocultar la identidad tras una máscara se envalentonan. Un día, una congregación cristiana, preocupada por el abandono de la buena moral, esparció por toda la ciudad unos carteles en los que se leía: «Dios ve lo que hay detrás de la máscara». Es verdad. El distingue el trigo de la cizaña incluso antes de que nosotros seamos capaces de apreciar alguna diferencia. Basado en Mateo 13:24-30.
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