El Señor te cuidará en el hogar y en el camino, desde ahora y para siempre. Salmo 121:7-8
Las noticias internacionales que leemos en los diarios o vemos por televisión son cada día más aterradoras. Los seres humanos se destruyen unos a otros, las fuerzas de la naturaleza parecen no tener control, somos víctimas de enfermedades nuevas y contagiosas, y muchos de los que están saludables estropean su salud al ingerir sustancias destructivas, por cierto cada día más numerosas y variadas.
Todos anhelamos sentirnos protegidos. Los niños buscan el cuidado de sus padres y de los adultos que los tienen a su cargo. Los adultos nos sentimos a salvo en casas resguardadas con puertas y ventanas que cuentan con alarmas y protecciones metálicas. Sabemos que Satanás, el instigador de los robos, la violencia y la muerte, pretende hacerse con el dominio de nuestro planeta y también de nuestras vidas. En medio de tanta incertidumbre, podemos escuchar la voz de Dios que, por medio de su Palabra, nos dice. “Todo esto será apenas el comienzo de los dolores” (Mat. 24:8). En otro momento, el mismo Jesús añadió: “En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo” (Juan 16:33).
En estos tiempos difíciles debemos solicitar la protección de Dios. Pero eso sí, hay dos condiciones que hemos de cumplir cuando hagamos tal petición. En primer lugar, no nos preocupemos por las cosas que no están bajo nuestro control.
Actuemos más bien como el apóstol Pablo: “Sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito” (Rom. 8:28). En segundo lugar, debemos tomar en cuenta, cuando pedimos la protección de Dios, que no debemos exponernos voluntariamente a los peligros que nos amenazan. Pensemos que Dios únicamente actúa a nuestro favor cuando caminamos con él.
La gran promesa de Dios es para cada uno de los seres humanos: “Ya que has puesto al Señor por tu refugio, al Altísimo por tu protección, ningún mal habrá de sobrevenirte, ninguna calamidad llegará a tu hogar. Porque él ordenará que sus ángeles te cuiden en todos tus caminos” (Sal. 91:9-10). ¡Maravillosa promesa de Dios, que se hará realidad en la medida en que nosotros lo permitamos!
¡Camina hoy con Dios, y tu vida estará custodiada por su amor!
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