Entre los ancianos se halla la sabiduría; en los muchos años, el entendimiento. Job 12:12
Algunas personas han tenido a bien definir la tercera edad como “los años de plata”, ya que es la época de la vida en que la cabellera se vuelve plateada por las canas. Claro, hoy vivimos en una época en la que se va haciendo más difícil ver cabelleras plateadas, gracias a los productos cosméticos disponibles en el mercado.
Las canas no son necesariamente una señal de los años vividos. Tampoco son una marca que nos clasifica como “improductivas”. Cuando se llega a esta etapa de la vida, aún podemos vivir intensamente, amar y ser “maestras del bien”. Las ancianas son valiosas por el cúmulo de experiencias que han vivido a lo largo de toda su vida.
Los consejos de una mujer anciana no necesariamente surgen de su arrogancia ni de su sapiencia, por muy amplia que sea. Surgen del cofre de sus recuerdos más vividos. El salmista honra a las personas de avanzada edad con las siguientes palabras: “Plantados en la casa del Señor, florecen en los atrios de nuestro Dios.
Aun en su vejez, darán fruto; siempre estarán vigorosos y lozanos, para proclamar: ‘El Señor es justo; él es mi Roca, y en él no hay injusticia’ ” (Sal. 92:13-15).
Los ancianos no son personas desvalidas cargados de años. Pensar así hará que desaprovechemos toda su sabiduría, riqueza y experiencias.
Bien seas una mujer joven, o alguien que dentro de poco comenzará a contar sus años con preocupación, es necesario que sepas que cada una llegará a determinada estación de la vida según mejor le parezca. Ahora es el momento en que debes llenar tu mente de vitalidad y de nuevas expectativas. Define con claridad adónde deseas llegar y dirígete a tu objetivo con paso firme y sin titubeos. Camina con tu propio ritmo, no te apures ni te retrases. Anda también con elegancia, con un porte de realeza, pues perteneces a ella por ser hija del gran Rey. La vejez es como tu ropa; tú escoges la forma en que deseas portarla.
La escritora nicaragüense Gioconda Belli lo expresa en una forma muy bella en su poema “Desafío a la vejez”: “Cuando yo llegue a vieja, si es que llego, y me mire al espejo y me cuente las arrugas como una delicada orografía de distendida piel [...] todavía mi corazón estará, rebelde, tictaqueando y las dudas y los anchos horizontes también saludarán mis mañanas”.
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