Jesús vino al mundo porque la raza humana estaba bajo sentencia de muerte por sus transgresiones. Su obra era traerlos de vuelta a la lealtad a la ley de Dios, la que Pablo declara que es "santa, justa y buena". El guardó los mandamientos de su Padre. Los que por el arrepentimiento y la obediencia demuestran su aprecio por la salvación que él vino a traer, mostrarán la obra del Espíritu en su corazón. Y la vida constituye la prueba. "Por sus frutos los conoceréis" (Mateo. 7:20).
"El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él" (1 Juan 2:4).
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