Dios nos habla una y otra vez, aunque no lo percibamos (Job 33: 14).
Dicen que en el tiempo en que el telégrafo era el medio más rápido de comunicación a larga distancia sucedió el hecho que dio origen a la siguiente historia. Lo menciona Gary Preston en Character Formed from Conflict [Un carácter formado por el conflicto]. Un joven quería presentar una solicitud para trabajar como telegrafista. En respuesta a un anuncio que apareció en el periódico, fue a la dirección anunciada. Cuando llegó, entró a una enorme y ruidosa oficina. Al fondo se oían los ruidos característicos de un telégrafo.
Un letrero en la ventanilla indicaba a los aspirantes que llenaran una solicitud y esperaran hasta que los llamasen a la oficina interior. El joven llenó una solicitud y se sentó con otros siete aspirantes que ya esperaban. A los pocos minutos el joven se puso de pie, atravesó el salón hacia la puerta de la oficina interior y entró. Por supuesto, los demás aspirantes se levantaron, preguntándose qué sucedía. ¿Por qué aquel tipo había sido tan atrevido? El furor se tradujo en un murmullo de ira apenas contenido. Mascullaron entre sí que no habían escuchado alguna llamada. Todos saborearon de antemano la satisfacción de ver que lo echarían de la oficina y lo descalificarían inmediatamente para el empleo.
Pero, ¡oh, sorpresa increíble! A los pocos minutos el joven salió de la oficina interior escoltado por el entrevistador.
—Caballeros —anunció el entrevistador—, muchas gracias por haber venido, pero el empleo se le ha concedido a este joven. Los demás aspirantes comenzaron a refunfuñar.
—Un momento —dijo uno de ellos—. Hay algo que no comprendo. Él fue el último en llegar, y ni siquiera nos dieron la oportunidad de entrevistarnos. Sin embargo, a pesar de haber llegado el último, le dieron el empleo. Eso no es justo.
—Lo lamento —respondió el empleador—, pero todo el tiempo que ustedes estuvieron sentados aquí el telégrafo ha tableteado el siguiente mensaje en clave Morse: «Si usted entiende este mensaje pase a la oficina interior. El empleo es suyo». Ninguno de ustedes lo escuchó ni lo entendió. Este joven sí. Por lo tanto, el empleo es para él.
Buena lección, ¿verdad? Dios habla en medio del tumulto y el escándalo de la vida. La clave está en oír y entender. Como dice nuestro texto de hoy: «Dios nos habla una y otra vez, aunque no lo percibamos». Por algo dijo Jesús: «El que tenga oídos para oír, que oiga» (Mar. 4: 23). ¿Has oído tú el llamado de Dios? Recuerda que muchos son los llamados, pero pocos los escogidos.
Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez
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