Que nuestros hijos, en su juventud, crezcan como plantas frondosas; que sean nuestras hijas como columnas esculpidas para adornar un palacio.
Salmo 144:12
La maternidad hace aflorar lo mejor de nosotras. Cuando somos madres entendemos con un poco más de claridad el gran amor de Dios. Nos volvemos capaces de las más increíbles proezas, y podemos dejar a un lado nuestras necesidades para atender las necesidades de nuestros hijos. En todos nuestros sueños ellos están presentes. Nuestro anhelo es que lleguen a una madurez plena, y que desarrollen una vida de servicio a Dios y al prójimo.
Pero como dijo alguien: «Tener hijos buenos no es casualidad». Y por supuesto que no lo es, la maternidad implica fortaleza, dedicación, abnegación, sacrificio, valentía y perseverancia. Con estos ingredientes, además de la dirección divina, nuestros hijos serán «como flechas en las manos del guerrero» (Sal. 127: 4).
El primer precepto de importancia en la educación de un hijo es criarlo en el temor y la instrucción de Dios. Su promesa es: «El Señor mismo instruirá a todos tus hijos, y grande será su bienestar» (Isa. 54: 13). No nos deben temblar la mano ni la voz para corregirlos cuando intenten poner otro fundamento de vida que no sea Cristo. Seamos valientes y fuertes para que nuestro ánimo no decaiga, cuando el hijo entre en rebeldía con Dios y sus padres.
Los hijos deben ser como plantas frondosas. Inculquemos en ellos el buen uso de sus capacidades. El despilfarro de la juventud parece ser el estilo de muchos jóvenes. Cualquier exceso o vicio arruinará tempranamente la vida de los jóvenes que no se hayan entregado en las manos del Señor.
Las madres de poder pasan tiempo de rodillas y tomadas de la mano de Dios. Únicamente así podrán contrarrestar las influencias del mal que rodean a nuestros hijos dentro y fuera del hogar. El Señor dice: «Alrededor de tu mesa, tus hijos serán como vástagos de olivo» (Sal. 128: 3). La familia unida a Cristo será una fuerza real, mientras que nosotras las madres, con espíritu renovado, cada mañana y cada noche presentaremos a nuestros hijos ante el altar.
Amiga, hoy, antes de disponerte a cumplir tus deberes, reúne a tus hijos. Ora por ellos, ínstalos a mantenerse fieles a los valores que les has inculcado, y lo demás déjalo en las manos de Dios.
Tomado de: Meditaciones Matinales para Damas 2013
“Aliento para cada día”
Por: Erna Alvarado
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